Pío Fernández Muriedas o Pío Muriedas (también conocido por Pío Fernández Cueto, seudónimo utilizado en el periodo posterior a la guerra civil española, al no poder utilizar el apellido Muriedas). Fue el principal recitador de poesía clásica que ha tenido España en el siglo XX y reconocido por poetas, pintores e intelectuales de dicha época.

Prólogo al libro "AQUÍ QUEDA ESTO" de Pío Fernández Muriedas

Por colegios, aldeas, plazas, cuadras y caminos, te has ido dejando la vida a jirones Pío. Y en ello sigues. Adelantas el chambergo, te caen unas monedas, echas un trago y te aprestas a la nueva jornada. Con las piernas ya cansadas, con el cabello gris, sin la mano en la tuya de tu inolvidable compañera. Hace muchos años que empezaste, y ella reía a tu lado, y la ilusión os transfiguraba. Eras como otro joven Solana: gruñón y jovial, te disponías a barrer a muchos enanucos que invadían la escena. Intentarías dar, como nuestro enorme pintor, la "nota parietar" que hiciste temblar a tanto tenorio afónico del teatro. No has tenido mucha suerte: los tenorios siguen tocando sus desafinadas flautitas y tú vas por los pueblos, y por tu soledad.

Pero tu vida ha sido hermosa y limpia, incluso por su infantil picaresca. Y hay una misteriosa computadora sin engaño a la que todos tenemos, formada de aire transparente y de sol riguroso, donde tu ficha brilla más que otros falaces prestigiosos pululantes en los vanos cosos del mundo. Si Manrique, Juan de la Cruz, Lope, don Ramón, don Antonio, Federico, pudiesen hablar lo corroborarían, risueños. Algunos de los más grandes han sido tus amigos. Harto debes, pero harto te deben. Sus espectros maravillosos orquestan el silencio por donde marchas: nunca hubo más acompañada, rumorosa soledad. Saturada de poetas -de la poesía que también tú hilvanas a veces con rudo y amoroso hilo-: de pintores - de la pintura, que asimismo ejerces con ingenuos dedos-: del pan y del vino que te dan en los mesones, tan tiernos y aromados como los que probara Berceo.

A tu modo, te has salvado de la peste que nos enferma, y has salvado contigo cientos de versos memorables. Han sido, en tu boca de curandero, bella vacuna que devolvía el candor a numerosos ojos turbios que te escuchaban - pues se escucha con los ojos-.

Aclarabas con ellos, día tras día, el aire contaminado,. Transformabas la poesía en artilugio de una atmósfera crecientemente irrespirable: ahí es nada. Parece ridículo, pero, por las trazas, apenas nos queda otro antídoto realmente poderoso contra los venenos industriales del siglo XX, que acabarán con todos nosotros si olvidamos, la viva, ardiente lírica a la que has entregado tu afán.

Te dije una vez: "Vamos a necesitar a muchos como tú, Pío". Después han llegado algunos: cantantes, mozos y mozas de pantalón vaquero y de guitarra que, arrastrando prejuicios viejos, procuran devolver la poesía al pueblo, su legítimo destinatario. Pero tú -aunque quién sabe si no mirarás con suspicacia su reciente presencia- eres padre de todos ellos. Los jirones de tus mallas de juglar no se pudren en las cunetas: el eco de tus solitarias recitaciones revive en la canción colectiva de estos muchachos.

Acaso un día -ojala muy lejano- diga uno de ellos: "Conocí a Pío: un artista generoso e indomable. Un ejemplo". Y entonces estarás vivo de nuevo.

Pero muchos te lo decimos ya, y desde hace largos años: eres un indomable y generoso artista. Gracias por tu ejemplo.

Y adelante siempre, porque "aún hay sol en las bardas".

Antonio Buero Vallejo (Premio Cervantes , 1986 - 1916/2000)

(Prólogo realizado para el libro de poesía de Pío F. Muriedas "AQUÍ QUEDA ESTO" en 1981)



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